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Un científico para los niños de Colombia

  • Laura Usma Cardona
  • 25 feb 2016
  • 5 Min. de lectura

Eladio Castro Hinestroza es un ingeniero químico y biomédico retirado, que a sus 83 años de edad vive como pensionado en el barrio La Estrella de Manizales después de una vida dedicada a la ciencia y la investigación en pro de los niños más vulnerables de Colombia.

Este científico, como muchos otros afrodescendientes que han tenido gran éxito en Colombia y el mundo, ha aportado su pasión y su vida para ayudar a los demás. No escribió canciones como Jairo Varela, ni marcó cientos de goles como Faustino Asprilla, pero entregó su amor a la ciencia para beneficiar a cientos de niños de escasos recursos en Colombia.

Castro creó en 1994 junto a la cirujana pediátrica Norman Ramírez Yusti, una válvula para la hidrocefalia infantil (Acumulación excesiva de líquido cefalorraquídeo en el cerebro), que si bien no fue la primera solución médica para esta enfermedad, sí fue la que permitió salvar la vida de miles de niños colombianos. Esto gracias a su bajo precio, que en comparación con lo que para entonces costaban las válvulas de Holter, Hakim, de Pudenz, Orbis Sigma, Cruciforme y Dow-Corning (500.000 y 1.000.000 de pesos), era realmente significativo.

El científico nacido en el corregimiento de Belén, al extremo de Buenaventura, tuvo al inicio de su vida un destino como el de muchos otros niños del Pacífico colombiano; un futuro ligado al trabajo y sin esperanzas de una educación formal. Pero su vida estaba en otro lugar, lejos del mar. Su madre pedía con insistencia a su esposo que llevara a sus hijos a la capital a que se formaran y fueran personas de bien, como cuenta don Eladio mientras se toma el café bien cargado como le gusta.

Gracias a la insistencia de su madre, él y sus hermanos pudieron vivir en Buenaventura y posteriormente Eladio pudo graduarse como profesional. Según cuenta, la ciencia llegó a su vida de la manera más repentina: “Un recreo, estando yo en tercero de bachillerato, fui a la biblioteca y vi un libro pequeño. Me provocó ojearlo y encontré que contaba la vida del científico, Isaac Newton. Me interesé en saber qué había hecho ese señor y descubrí un manantial de ciencia, me di cuenta de todas sus hazañas y me fascinó”.

Pero como casi todo en la vida, recuerda Eladio, no le fue fácil. Cuando cursaba el bachiller tuvo que hacer un par de sacrificios que hoy por hoy lo llena de orgullo. “Yo trabajaba en la noche y estudiaba de día, entonces me dormía en clase, pero como yo era el mejor estudiante en física y química, mis compañeros me colaboraban con eso, le decían al profesor que a mí me tocaba trabajar por la noche y me dejaban” comenta.

Como si el destino quisiese mostrarle su verdadera misión, sucedió lo que él nunca había imaginado. Su ingreso a la universidad fue casual, así como el descubrimiento de su afinidad con las teorías de Newton. El Club Rotario de Buenaventura quería promover un estudiante bachiller del puerto y Eladio concursó, “metieron los nombres de los muchachos en una bolsita y el único que sacaron fue el mío. Cuando me preguntaron qué quería estudiar no sabía, pues no creía que alguna vez entrara en la universidad; pero como la física y la química me gustaban y daban cierto estatus, me decidí por Ingeniería Química”, recalca este hombre con una gran sonrisa en su rostro.

Y así, El Club Rotario de Buenaventura le sostuvo toda la carrera de ingeniería química en La Universidad de Antioquia, y como dice Eladio sin faltarle con nada, todos los meses sin falla y gracias a eso pudo por fin estudiar sin mucho tropiezo su carrera universitaria.

Después de casi seis años de educarse en Medellín le llegó el primer empleo a este afro científico. En 1992 empezó a trabajar en la sede de Coltejer de esa ciudad, pero esa no era realmente su pasión. “En la empresa tuve mucho éxito, pero no me gustaba estar analizando colores para telas y mucho menos estar lejos de la física y la química” precisa con un tono de disgusto.

Y así como de la nada, como tantas cosas en la vida de Eladio, recibió una emocionante propuesta, según comenta. De la Universidad de Caldas lo llamaron para que fuera a probar suerte, querían que él formara parte de su cuerpo docente, “Me llamaron que a hacer entrevistas dos días y al miércoles me pidieron que me quedara una semana más probando a ver si me gustaba, yo me quedé, claro, pero con las dos mudas de ropa que me había traído” Dice entre risas.

Su raza no fue impedimento

Eladio alardea de la suerte que tuvo en Manizales por esos días, comenta como con lo poco que trajo y con la ayuda de una vieja amiga suya, dueña de la pensión donde estuvo por aquellos días, pudo sobrevivir en una ciudad donde no tenía a nadie, y donde después lo consiguió todo. “los primeros meses fueron difíciles porque yo había dejado en Medellín a mi esposa y mi hijo, pero cuando ya tuve con qué traérmelos todo fue mejor” concluye.

Afirma también el científico que por suerte, a los estudiantes les gustó su manera de enseñar y que gracias a esto pudo dar cada día más clases en la universidad. Con su dedicación logró ser promovido al área de desarrollo de investigaciones, a lo suyo, como expresa: “ahí vi que este sí era mi sueño, que era eso a lo que quería dedicarme el resto de mi vida”.

En cuanto a la suerte, Castro se siente muy agradecido. En medio de su plática pausada, debido a su avanzada edad, comentó en varias ocasiones lo agradecido que se sentía con la vida por no haber tenido que sufrir esa terrible experiencia de la discriminación racial, que por esa época era tan común en el país. Según él, tuvo la fortuna de llegar a Medellín en un espacio histórico donde ser negro ya no era delito. Igual le sucedió en Manizales, donde sus jefes y sus estudiantes lo vieron siempre como lo que era, un ser humano igual a ellos.

Estando en la Universidad de Manizales pudo viajar a Estados Unidos, especializarse en Biotecnología y ser también reconocido en esa zona del continente por su dedicación y su pasión hacia la ciencia. Años después, al regresar a su país natal, pudo crear en medio de grandes dificultades económicas esta válvula que ha sido la esperanza de cientos de niños colombianos con esta afección cardiaca. “Mi compañera y yo trabajamos, como se dice popularmente, con las uñas, pero así y todo estamos agradecidos con la vida y con la universidad, porque gracias a eso hoy muchos pueden recordar que hicimos algo por nuestra gente, por nuestro país” destaca Castro.

En la actualidad Eladio se reúsa a dejar atrás lo que más lo hace feliz, investigar. A pesar de su elevada edad, él continua apoyando de manera indirecta varios proyectos, uno de ellos el desarrollo de un modelo de automóvil que funciona con agua en lugar de gasolina. Este proyecto como comenta Castro, ha estado años en su agenda, pero ahora está en manos de profesionales más jóvenes que han permitido que este afro científico aporte su experiencia, su pasión y su aliento.

 
 
 

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Fuentes: http://afrocolombianosdestacados.blogspot.com.co/2013/05/afrocolombianos-escritores.html, https://es.wikipedia.org/wiki/Manuel_Z...

 
 
 
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